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Gato Pícaro

Nueve vidas

Nuestros juegos olímpicos

Nuestros juegos olímpicos ¿Recuerdas nuestras olimpiadas? No aquellas que se efectúan en verano, sino las que les suceden y se realizan en invierno. Específicamente las de Salt Lake City 2002.
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Te llamabas Jaime y yo me llamaba David, ambos de nacionalidad canadiense; juntos hicimos las más hermosas figuras que el hielo podía trazar. La gente decía que estábamos hechos el uno para el otro y nos hicimos una pareja legendaria.
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Cuando fue el turno de nuestra actuación en patinaje por parejas en los olímpicos, nos ganamos el calor del corazón del público y el fulgor de sus aplausos; hasta imaginamos que el hielo se derretiría con todo el amor quemante que irradiábamos. No había nada mejor.
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Pero las calificaciones nos dieron una plata y no el oro merecedor que fue adjudicado a la pareja rusa. Y lloraste, lloraste como nunca porque no te conformaste con el segundo lugar después de haber hecho ese precioso trabajo tomada de mi mano. Parecía que ahí terminaba todo.
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Sin embargo, no fue así. Después de analizar los resultados, la comitiva nos dio la presea áurea para compensar el error. Una sabia decisión.
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Te llamabas Jaime Sale y yo David Pelletier; ahora nuestros nombres son otros y ya no patinamos juntos. Pero si lo volviéramos a hacer, juraría que tendríamos que aprender a nadar porque esta vez el hielo sí se derretiría. Todo el amor que aún existe en nosotros ardería en flama eterna. Espero juguemos en una nueva sede.
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Gato Pícaro

Besos, asaltos y resfriados

El día de ayer, platicando con un amigo, recordé el único asalto del que he sido víctima. La verdad es que fue muy gracioso porque todo sucedió como en una película.

Corría el día primero de abril de 2002, como a eso de las 14:30. Iba saliendo de una plaza comercial donde me tomé un café con mi acompañante; ella era en ese momento mi prospecto de novia, así que la andaba cortejando. Para llegar al metro debíamos pasar por un parque. Fue en el mismo donde yo aproveché para plantar un gran beso en los labios de ella, de esos tan ricos que uno cierra los ojos. Al abrirlos, descubrí dos hombres que se acercaban a nosotros.

-¡Órale! ¡Dame tu dinero!- me gritó un ser chaparro y gordo mientras su compañero nos vigilaba. El gordo traía algo en el cinturón pero no precisé si era una pistola y la verdad no quería averiguarlo.

-Tranquilo- contesté - solo traigo veinte pesos- alcancé a decir con una serenidad que nunca creí que poseía. Tuve que portarme así porque ellos se veían muy impacientes.

-¡A ver!- me dijo extendiendo la mano para recibir el dinero. Inmediatamente después me pidió mi billetera, la cual le di y se la estaba guardando cuando repliqué:

-No seas mala onda, solo traigo mis credenciales- y el tipo comenzó a sacarlas y a tirarlas aunque se quedó con mi tarjeta telefónica; lo de la tarjeta me dolió mucho porque tardo mucho en comprar alguna.

También revisó mi mochila y sacaba libros y cuadernos. Yo solo miraba de reojo a ella para vigilar que no le fueran a hacer algo, porque entonces sí que iba a haber golpes. Afortunadamente no le revisaron mas que su monedero que tenía creo un peso.

-Ya déjalos,no traen nada- dijo el segundo. -Cuidadito y gritas o dices algo- apuntó el gordo y se fueron corriendo hacia una avenida.

-¿Estas bien?- le pregunté a ella y contestó que sí. La verdad es que estabamos muy tranquilos.

Lo siguiente fue recoger libros y cuadernos. En eso andaba cuando ¡CRASH! se oyó un trueno e inmediatamente se soltó una fuerte lluvia, así como en las películas. Solo pensaba: ¡y bien! ¿dónde esta el perro para que me orine? Era lo único que faltaba.

-No tenemos dinero- dije -tendremos que pedir prestado. -No te preocupes- dijo ella al tiempo que sacaba un billete de veinte pesos.

Empapados llegamos a la estación, pero eso sí, sanos y salvos (bueno, lo de sanos estuvo por verse hasta que me resfrié)

Todo tan rápido: te besan, te asaltan y te llueve... todo en 5 minutos.